(Algunos lo toman con leche, otros puya y
amargo; pero todos se conglomeran a su alrededor para disfrutar de ese elixir que
libera inhibiciones y suelta lenguas. Desconociendo que en otra dimensión paralela…la
cafetera habla. ¡Ay mamá!)
Y dale con
el culo al seto. Señor dame paciencia. Ya la veo mirarme con desdén mientras se
escurre a mi izquierda para meter unos “hambergers” de cajita en el microondas.
De esos mismos que vienen en una paquetito ya con el pan y queso. Es que no importa
cuánto me esmere siempre me desprecia. No pierde la oportunidad para decir lo
mucho que me odia. Yo trato de hacerme de diferentes formas para ver si le
agrado. He sido robusta, arábica y hasta libérica. Pero nada de nada. Trato de
no tomarlo personal ya que la lista de las cosas que no le gustan es más larga
que una fila de puertorros esperando a que abran un nuevo dunkin donuts. Pero
está difícil bregar con la doña y mucho más a esta hora en la mañana.
Tiene el síndrome
de empleada pública con más de 15 años de servicio. Ese que las hace andar
siempre arresmillá como si la vida misma
les apestara y que hace que todo lo que salga de su boca sea o una queja o una
protesta. Me pregunto si cuando empezó era
una chulería en pote, la cosa más mona de la oficina y el bregar con tanta
batata y politiquería la convirtió en un ogro. Yo creo que la politiquería para
la gente es como la sortija para Gollum- “my
precious”. Menos mal que mi expectativa de vida es de 4 años como mucho, después
de eso me cambian por un nuevo modelo. Porque prefiero morir con el coladero
lleno y en el fondo de un zafacón que terminar como una expresión permanente de
haberme chupado un limón.
La doña es un
enigma. Cualquiera que la escuche hablar pensaría que es anoréxica y pesa 100
libras. ¡Pero si la contralla es un pichoncito de orangután! Eso si los
pichoncitos de orangután pesaran 300 libras o más. Y no me tomen a mal, mis
degustadores favoritos, así me gusta llamarlos para eso de sentirme fina, muestran
sus rollitos con gusto y orgullo. Pero tener que escucharla día tras día criticando
lo que los demás se comen con su “ewww”, “awww” hace que el café se me hierva y
ya le queme la lengua a cualquier inocente. ¿No me creen? Pues aquí les dejo
una lista de los últimos comentarios:
-
“¡Hay
foooo!, ¿qué es eso? Huevos que asco. Yo nunca he comido huevos, ni de pequeña.”
(Really, estas preguntando qué es eso, como
si nunca hubieras visto un maldito huevo en tu vida. Por qué huevos no es lo
que la mayoría de la gente come de desayuno. Yisus)
-
“Ewww ¿qué es ese olor? Pollo me imagino. A mí
no me gusta el pollo. No lo soporto”. (A mí
se me subió un buche cuando vi la salchicha italiana y paquete de popcorn que
te estabas comiendo de desayuno, pero no te dije nada por que yo tengo algo que tú no tienes- modales.)
-
“Yo
no como arroz y mucho menos habichuelas. No me gusta cómo se ven, parecen una
mezcla para comida de perros.” (Estoy
casi segura que una latita de Pedigree te caería mejor que esa mogolla que te
estas comiendo. Pero allá Juana con sus pollos.)
Aquí les
dejo la descarga de tu cafetera de percolador favorita: Doña, deje de ser tan “tiquismiquis”.
No está engañando a nadie. Aparentemente no come mucho, pero lo poco que come
lo come mucho. Así que pare la zanganería. Yo sé que aquí muchos no aprueban lo
que te metes en la gandulera todos los días pero no lo dicen porque aunque a
usted le cueste trabajo entender existe algo que se llama el respeto. Así que comed y deje comer.
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