Historias de Los Viejos- Una Copilación de Cuentos de Antaño
Uno de mis pasatiempos favoritos es escuchar
las historias de mis viejos. Esas historias que te transportan a otros tiempos
donde la vida era tan sencilla y a la vez tan complicada. Son tantas las
historias que me han contado que muchas veces me da miedo que se me pierdan en
la mogolla que tengo en la cabeza o que algún día despierte y ya no las pueda
recordar. El arte de contar historias es como la pega que une a mi familia. No
existe una reunión familiar sin alguna buena historia que contar y siempre hay
una que se lleva el premio, esa historia que se convierte en el centro de
conversación y que todos se la gozan hasta lo último. La misma que en cuanto llega alguien nuevo a
la reunión se dice “mira, cuéntale la historia a este” mientras todos se
aglomeran a su alrededor para ver la reacción del oyente.
A papi le encanta contar historias cómicas, bueno
mejor dicho intenta contar historias cómicas, ya que siempre le da un mal de risa
que no lo deja ni hablar. Todo el mundo termina riéndose, pero no de la
historia, si no de los balbuceos que hace mientras trata de hablar y reírse a
la misma vez.
Mami por el otro lado es una historiadora
seria, la reina de las historias. Sus historias incluyen hasta el más minúsculo
detalle, desde el paisaje, nombres y hasta la ropa que la gente llevaba puesta.
Me han contado historias tan cómicas que me han dejado con dolor en la panza y otras
tan triste que me han hecho llorar. Pero todas las disfruto y las llevo como
parte de mí. Aquí las escribo para la posteridad.
Un Amor Mas Grande Que El De Maripily...y todos sus novios juntos
Como de costumbre estaba leyendo el periódico de
la isla del encanto con mami, para eso de ponernos al día en los eventos de
puertorrilandia. Discutimos la politiquería típica, las últimas peripecias de
Agapito, los regueros de los unionados y
el desmadre fiscal, hasta que llegamos a la sección de entretenimiento. Claro,
el trabajo del periódico no está completo si no ponen una noticia de Maripily Rivera, esa mujer ilustre y
emprendedora y que sus gestas las podemos catalogar entre las de Mariana Bracetti
y Felisa Rincón de Gautier. Llámenlo coincidencia, pero cuando mencioné a
Maripily mami me miró y dijo “¿yo nunca
te he contado la historia de Benigno y la yegua?” Yo le contesto que no, me tomo un sorbo de
vino y me acomodo bien en el asiento porque sé que lo que viene va a estar
bueno. Ella comienza:
“Nunca se me va a
olvidar el día en que la casa de Benigno tembló como terremoto de Japón. Yo
estaba chiquita, como de 5 o 6 años.” Cuando le pregunto quién era Benigno me mira con
cara incrédula y dice “Benigno, el esposo
de madrina Tasia, el papá de Carmen la boba”. Yo me resigno a la ignorancia
mientras ella continua su historia.
“Benigno tenía una yegua que quería más que a
la misma Tasia, él no quería cuentas con su yegua”. Anda pal carajo mami tú crees que era
algún tipo de bestialidad. “Jesúmarijosé,
no digas eso. Benigno era un tipo serio. El la bañaba todos los días, la
peinaba, le cambiaba las herraduras”. Yo insisto que eso suena a amorío bestial
pero ella me ignora y sigue contando.
“La yegua
era bien mansa y buena. Recuerdo que ese día Benigno la estaba cambiando las
herraduras debajo de un árbol. Pero en el
barrio había un caballo que estaba da’o al demonio. Rucio, el caballo de Carmelito.
El maldito caballo aterrorizaba al barrio completo. Cuando Rucio se soltaba había
que dejarle el canto. Todo el mundo se tenía que esconder porque el caballo trillaba,
pateaba y hasta mordía. Ese día a Carmelito se le soltó Rucio y dio la mala
pata que le olio a yegua. Cuando abuela
Marcela gritó que por ahí venia Rucio se
formó un corre y corre. Yo me escondí detrás de una piedra y vi al
caballo pasar galopeando tan fuerte que
hacia la tierra temblar. Cualquiera diría que era la Apocalipsis, el día del
juicio final. Tasia medio histérica abrió la boca a gritar y Benigno sabiendo lo
que venía arrancó con la yegua para buscar donde esconderla. Al pobre tan solo se le ocurrió meterla dentro
de la casa que como todas las del barrio era una casucha pequeña de madera. Si
la hubiera metido en reversa quizás la historia hubiese sido diferente. Pero con
la mitad de la yegua dentro de la casa y la otra mitad todavía afuera Benigno
vio su derrota acercarse a todo galope mientras miraba con resignación las
nalgas protuberantes que se asomaban por la puerta como esperando la embestida.”
Foto tomada de ortizfeliciano.blogspot.com |
“¡Ay mi madre! Te podrás
imaginar que cuando ese caballo se montó la casa perecía que se iba a caer. Los
tablones crujían y sacudían polvo de las rendijas mientras se hamaqueaba de
lado a lado. El techo se levantó por una esquina como tirándose su último
suspiro y lo único que adornaba la humilde sala, un cuadro del Sagrado Corazón,
se suicidó desde la pared donde residía para no presenciar tal barbarie. Ya
terminado, Rucio se alejó tranquilamente como quien ha ganado una gran batalla.
Tasia le había dado un yeyo y estaba desmayada en una esquina enseñando los
blumes. Las vecinas corrían despavoridas para ir a socorrer a Tasia. Carmen la
boba corría de esquina a esquina gritando “ah, kaká, ah kaká” mientras Benigno con
la mirada caída sacaba a la yegua de la casa y la amarraba de un árbol cercano.
Dicen que luego de eso Benigno paso semanas sin hablar, sentado debajo de un árbol
y con la mirada perdida. Ya nunca se le vio bañar y peinar a la yegua. Su amor nunca volvió a ser igual.”
Ya ven, el amor es una cosa complicada. Unos
encuentran el amor de su vida una y otra y otra vez. Otras cambian más de novio
que de pantaletas, mientras otros aman
con toda su alma hasta que como un temblor destructivo le hacen una caballada
que les cambia toda la vida.
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