7/01/2014

Un Amor Más Grande Que El De Maripily... y todos sus novios juntos



Historias de Los Viejos- Una Copilación de Cuentos de Antaño

Uno de mis pasatiempos favoritos es escuchar las historias de mis viejos. Esas historias que te transportan a otros tiempos donde la vida era tan sencilla y a la vez tan complicada. Son tantas las historias que me han contado que muchas veces me da miedo que se me pierdan en la mogolla que tengo en la cabeza o que algún día despierte y ya no las pueda recordar. El arte de contar historias es como la pega que une a mi familia. No existe una reunión familiar sin alguna buena historia que contar y siempre hay una que se lleva el premio, esa historia que se convierte en el centro de conversación y que todos se la gozan hasta lo último.  La misma que en cuanto llega alguien nuevo a la reunión se dice “mira, cuéntale la historia a este” mientras todos se aglomeran a su alrededor para ver la reacción del oyente. 

 A papi le encanta contar historias cómicas, bueno mejor dicho intenta contar historias cómicas, ya que siempre le da un mal de risa que no lo deja ni hablar. Todo el mundo termina riéndose, pero no de la historia, si no de los balbuceos que hace mientras trata de hablar y reírse a la misma vez. 



 Mami por el otro lado es una historiadora seria, la reina de las historias. Sus historias incluyen hasta el más minúsculo detalle, desde el paisaje, nombres y hasta la ropa que la gente llevaba puesta. Me han contado historias tan cómicas que  me han dejado con dolor en la panza y otras tan triste que me han hecho llorar. Pero todas las disfruto y las llevo como parte de mí. Aquí las escribo para la posteridad. 



Un Amor Mas Grande Que El De Maripily...y todos sus novios juntos 

Como de costumbre estaba leyendo el periódico de la isla del encanto con mami, para eso de ponernos al día en los eventos de puertorrilandia. Discutimos la politiquería típica, las últimas peripecias de Agapito,  los regueros de los unionados y el desmadre fiscal, hasta que llegamos a la sección de entretenimiento. Claro, el trabajo del periódico no está completo si no ponen una noticia  de Maripily Rivera, esa mujer ilustre y emprendedora y que sus gestas las podemos catalogar entre las de Mariana Bracetti y Felisa Rincón de Gautier. Llámenlo coincidencia, pero cuando mencioné a Maripily mami me miró y dijo “¿yo nunca te he contado la historia de Benigno y la yegua?”  Yo le contesto que no, me tomo un sorbo de vino y me acomodo bien en el asiento porque sé que lo que viene va a estar bueno. Ella comienza: 

“Nunca se me va a olvidar el día en que la casa de Benigno tembló como terremoto de Japón. Yo estaba chiquita, como de 5 o 6 años.” Cuando le pregunto quién era Benigno me mira con cara incrédula y dice “Benigno, el esposo de madrina Tasia, el papá de Carmen la boba”. Yo me resigno a la ignorancia mientras ella continua su historia. 

 “Benigno tenía una yegua que quería más que a la misma Tasia, él no quería cuentas con su yegua”. Anda pal carajo mami tú crees que era algún tipo de bestialidad. “Jesúmarijosé, no digas eso. Benigno era un tipo serio. El la bañaba todos los días, la peinaba, le cambiaba las herraduras”. Yo insisto que eso suena a amorío bestial pero ella me ignora y sigue contando. 

La yegua era bien mansa y buena. Recuerdo que ese día Benigno la estaba cambiando las herraduras debajo de un árbol.  Pero en el barrio había un caballo que estaba da’o al demonio. Rucio, el caballo de Carmelito. El maldito caballo aterrorizaba al barrio completo. Cuando Rucio se soltaba había que dejarle el canto. Todo el mundo se tenía que esconder porque el caballo trillaba, pateaba y hasta mordía. Ese día a Carmelito se le soltó Rucio y dio la mala pata que le olio a yegua.  Cuando abuela Marcela gritó que por ahí venia Rucio se  formó un corre y corre. Yo me escondí detrás de una piedra y vi al caballo pasar  galopeando tan fuerte que hacia la tierra temblar. Cualquiera diría que era la Apocalipsis, el día del juicio final. Tasia medio histérica abrió la boca a gritar y Benigno sabiendo lo que venía arrancó con la yegua para buscar donde esconderla.  Al pobre tan solo se le ocurrió meterla dentro de la casa que como todas las del barrio era una casucha pequeña de madera. Si la hubiera metido en reversa quizás la historia hubiese sido diferente. Pero con la mitad de la yegua dentro de la casa y la otra mitad todavía afuera Benigno vio su derrota acercarse a todo galope mientras miraba con resignación las nalgas protuberantes que se asomaban por la puerta como esperando la embestida.” 
Foto tomada de ortizfeliciano.blogspot.com

“¡Ay mi madre! Te podrás imaginar que cuando ese caballo se montó la casa perecía que se iba a caer. Los tablones crujían y sacudían polvo de las rendijas mientras se hamaqueaba de lado a lado. El techo se levantó por una esquina como tirándose su último suspiro y lo único que adornaba la humilde sala, un cuadro del Sagrado Corazón, se suicidó desde la pared donde residía para no presenciar tal barbarie. Ya terminado, Rucio se alejó tranquilamente como quien ha ganado una gran batalla. Tasia le había dado un yeyo y estaba desmayada en una esquina enseñando los blumes. Las vecinas corrían despavoridas para ir a socorrer a Tasia. Carmen la boba corría de esquina a esquina gritando “ah, kaká, ah kaká” mientras Benigno con la mirada caída sacaba a la yegua de la casa y la amarraba de un árbol cercano. Dicen que luego de eso Benigno paso semanas sin hablar, sentado debajo de un árbol y con la mirada perdida. Ya nunca se le vio bañar y peinar a la yegua.  Su amor nunca volvió a ser igual.”

Ya ven, el amor es una cosa complicada. Unos encuentran el amor de su vida una y otra y otra vez. Otras cambian más de novio  que de pantaletas, mientras otros aman con toda su alma hasta que como un temblor destructivo le hacen una caballada que les cambia toda la vida.  

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